TEXITIANI:DESPERTAR

DESPERTAR de ese sueño de inconciencia que te ha mantenido atada a un infierno repetido, a un dolor y vacío sin fin.

DESPERTAR es descubrir tu esencia femenina, tu verdad más allá de la materia, más allá de los errores y caídas, de las infracciones de la vida.

DESPERTAR es descubrir que en cada partícula de tu ser fluye en ti la inteligencia divina.

Aprende a perdonar y perdonarte, abraza tu niño interior, voltea al cielo y descubre esa fuerza infinita que te envuelve y transforma con su mano extendida para decirte : DESPIERTA!!!

VIOLENCIA EN LA MUJER INDIGENA

 Las mujeres nahuas de Cuetzalan (así como de otros pueblos indios como el mixe de Oaxaca, las rarámuri de Chihuahua e incluso ( las mayas de Campeche), éstas han expresado lo que para ellas es la violencia, refiriendo diversos aspectos que rebasan lo que varios estudios señalan como violencia física, emocional, económica y sexual. Su concepto de violencia o maltrato, como comúnmente lo denominan las mujeres indígenas, tiene que ver con el control de movimiento, de su salud y sexualidad y, en gran medida, con la obediencia que por tradición debe la mujer a su marido, así como por el seguimiento a costumbres y tradiciones dentro de las comunidades indígenas.

Al respecto, señalan que violencia es:

— Cuando el marido golpea a la mujer, le grita cosas feas y no le da permiso de salir a ninguna parte.
— Cuando el marido la obliga a tener relaciones sexuales.
— Cuando no la deja decidir cuándo y cuántos hijos quiere tener.
— Cuando el señor no da para el gasto de la casa.
— No poder salir sola de la casa.
— Cuando la suegra y el suegro se imponen en decidir.
— Tener mucha obligación en el trabajo de la casa.
— Cuando no nos permiten visitar a nuestras familias.
— Cuando el esposo se apodera de la herencia de la mujer.
— Cuando el papá, o padrastro, viola a la hija.

Un aspecto importante que señalan las mujeres indígenas es el papel que juegan los suegros, principalmente la suegra, en la reproducción de la violencia, como forma de control de las mujeres y del cumplimiento de lo que en la cultura se considera el “deber de las mujeres”. Así, por lo general, es costumbre que cuando una mujer intenta apartarse de la norma, saliendo sola de su casa, o no cumple con lo que se considera sus obligaciones (atender y obedecer en todo a su marido), la suegra y el marido tienen el derecho de hacerla cumplir, utilizando incluso métodos violentos. En este caso las suegras actúan como “guardianas de la costumbre”, observando que sus nueras obedezcan y atiendan a sus hijos, como ellas lo hicieron con sus esposos.
Otros temas de los que hoy las mujeres hablan un poco más, pero que durante muchos años fueron tabú, son las prácticas del incesto que existen al interior de las familias, la poligamia y las relaciones sexuales entre parejas. A decir de las mujeres, estas prácticas se realizan, generalmente, a través de la fuerza física, o se cumplen simplemente como un mandato social.
Las experiencias de vida, clasificadas por las mujeres de Cuetzalan como violencia económica, son las siguientes: “el trabajo doméstico no se valora”, “hay reclamos porque se gasta uno el dinero”, “no se da dinero para el gasto, “el dinero que reciben las mujeres se los quitan”, “si se les da herencia a las mujeres se las quitan” (Memoria Taller Cuetzalan, 2000).

 Las mujeres indígenas reconocen y señalan otras formas de violencia que se ejerce en su contra y que se presenta fuera del ámbito doméstico, principalmente en las comunidades y en la región, asociado sobre todo con la violencia sexual, doméstica y con la discriminación étnica y genérica, por parte de autoridades y servidores públicos.
Al respecto, las mujeres dicen: “en los caminos jalan a las muchachas y abusan de ellas”; “cuando pasan las mujeres por donde están los hombres les dicen cosas, hasta a las niñas las atajan”; “critican a las mujeres que salen de sus casas solas y a las que van a la organización, les dicen callejeras” (léase prostitutas); “hay mucha difamación, es decir, unos hablan mal de nosotras y hacen chismes de las mujeres, eso hace que muchas veces el marido golpee a su mujer”.
En cuanto a la violencia institucional que reciben por ser indígenas han señalado: maltrato en los hospitales por el uso de su lengua, el que los médicos no les expliquen los padecimientos ni sus tratamientos, señalan que hubo casos en los cuales las operan o les ponen el dispositivo sin su consentimiento; cuando van a denunciar, las autoridades las regañan y las tratan mal. Finalmente, señalan que la violencia institucional tiene que ver también con el hecho de que “los programas no respetan nuestra cultura y además den más trabajo a la mujer, como el Progresa”.

Violencia y salud

Los efectos que la violencia doméstica tiene en los diversos integrantes de las familias indígenas son cada vez más estudiados, sobre todo los que se refieren a la salud reproductiva de las mujeres. Al respecto, las indígenas manifiestan una serie de malestares no sólo físicos sino también emocionales, muchos de ellos relacionados con cuestiones de salud reproductiva: “nos dan dolores de cabeza, de cintura, de abdomen; se siente tristeza en el corazón”; “sentimos temor, miedo para andar solas”; “nos sentimos sin libertad”; “se tienen embarazos no deseados”; “hay abortos muchas veces por los golpes durante el embarazo, o ya de por sí porque la mujer está triste o asustada”; “una se siente culpable, sin valor para participar”, “algunas mujeres se han muerto de las golpizas y porque luego no las atienden”.
En situaciones de violencia o maltrato, las mujeres indígenas de Cuetzalan señalan que generalmente acuden con las curanderas y con las parteras de sus comunidades, porque les tienen más confianza. A su vez, las parteras señalan que las mujeres presentan problemas frecuentes de susto y bilis, síntomas que guardan una estrecha relación con la violencia. En los principios que orientan la medicina indígena se piensa que existe una relación directa entre las emociones con el organismo y la salud, y que la violencia puede desencadenar reacciones emocionales fuertes, que a su vez rompen el equilibrio corporal, propiciando que se instale la enfermedad (S. González, 1996; González, Magallón y Mejía, 1999). (9) Es por eso que las curanderas y parteras perciben un gran número de conexiones entre la violencia y los padecimientos que presentan las mujeres, mucho más que los propios médicos alópatas. A esto se agrega que la medicina tradicional cuenta con una serie de respuestas terapéuticas, no sólo para enfrentar los efectos físicos de la violencia, sino también para atender los desequilibrios anímicos. En ese sentido investigadoras, como Soledad González, recomiendan que en la intervención relacionada con la violencia doméstica y/o de género deberá considerarse la participación de las parteras y curanderas tradicionales, en coordinación con la medicina alópata.

Violencia y justicia

Una alternativa cada vez más recurrida por las mujeres indígenas ha sido la denuncia de las situaciones de violencia y maltrato de que son objeto, la cual puede hacerse a través de la justicia tradicional de sus comunidades (derecho indígena), o bien, a través de las instancias de procuración de justicia del Estado (derecho positivo). Diversos estudios muestran que existe una articulación muy estrecha entre ambos tipos de derecho, dando como resultado formas de impartir justicia que, en determinados momentos, responde a uno u otro tipo de derecho y, en otros casos, se mezclan (Martínez y Mejía, 1997).
Las mujeres indígenas también se han posicionado respecto a estos tipos de derecho y justicia, señalando ventajas y desventajas para uno y otro. Con relación al derecho indígena las mujeres señalan como ventajas que “se habla en la propia lengua y hay más comunicación entre las personas y el juez”, “existe la conciliación (10) y la reparación del daño”, “conocemos nuestras leyes”, “se ahorra tiempo y no se gasta mucho dinero”. En cuanto a las desventajas se dice que “todos los jueces son hombres”, “existe machismo en lo que se refiere a la tradición”, “se entienden entre hombres, a veces son compadres”, “se regaña a la mujer y se entera la comunidad”, “por lo general no se respetan las actas”, “le hacen justicia al hombre”. Las ventajas que las mujeres indígenas observan en el derecho positivo hacen referencia a: “hay igualdad de derechos de hombres y mujeres ante la ley”, “hay abogados de oficio”, “queda por escrito y es más justo si se tiene dinero”. En cuanto a las desventajas se señalan: “utilizan términos complejos y no existen traductores”, “existe discriminación por ser mujeres indígenas”, “no cumplen las leyes”, “piden testigos y pruebas (heridas, moretones)”, “cuestan mucho y se pagan ‘mordidas’”, “le hacen justicia al hombre”.
Lo que finalmente queda claro es que, en ambos tipos de derecho, prevalecen las ideas y preceptos ideológicos de las propias autoridades, sobre todo en lo que se refiere a las construcciones genéricas y del “deber ser” de hombres y mujeres (Martínez y Mejía, 1997; Ivette Vallejo, 1999). En ese sentido, las acciones de violencia que demandan las mujeres en contra de sus maridos se justifican aludiendo al incumplimiento de sus obligaciones, al reconocimiento del ejercicio del derecho del hombre, o bien se dejan como asuntos privados o como mera incapacidad de las mujeres indígenas, lo que denota una clara muestra de racismo.
Esto sucede a las mujeres que deciden demandar, pero sabemos que hay muchas otras que ni siquiera logran hacerlo, por las siguientes razones: “nos da vergüenza que la comunidad se entere”, “no contamos con recursos o conocimientos para hacerlo”, “nos amenazan los hombres violentos” y, sobre todo, prevalece la idea de que “hay que guardar el secreto del hombre”. Finalmente una poderosa razón para que las mujeres sobrelleven el maltrato se encuentra estrechamente ligada a la pobreza y marginación de la gran mayoría.

Usos y costumbres con relación en la violencia doméstica en zonas indígenas

Me parece importante señalar algunos puntos relacionados con las costumbres y tradiciones culturales que envuelven de diferentes maneras el tema de la violencia doméstica en zonas indígenas, aspectos que, además, son utilizados políticamente de acuerdo con los vaivenes del esencialismo y el racismo. Al respecto hemos observado que cuando la salvaguarda de los grupos étnicos ha sido el interés primordial de las políticas institucionales se mantienen posiciones en las cuales los usos y costumbres se tornan intocables y justificantes para no intervenir en situaciones que desencadenan la violencia de género. En otros momentos, en cambio, el blanco de ataque lo han sido precisamente los usos y costumbres que “atentan contra los derechos de las mujeres indígenas en sus comunidades”.
Ciertamente, las mujeres indígenas han hecho críticas contundentes, hacia aquellas costumbres y tradiciones que atentan contra su dignidad y/o sus derechos como mujeres,  enfatizando las que consideran que deben permanecer, reforzarse y recrearse para mantener vivas sus tradiciones. Precisamente, la violencia doméstica ha sido una de las costumbres más criticadas por las mujeres.
Queremos conservar y revalorar las ideas de nuestro derecho tradicional en cuanto a los procedimientos y formas de resolver los conflictos, en aquellos casos que se busca la conciliación y la reparación del daño, pero no queremos conservar las costumbres que van en contra de nosotras como seres humanos, como la de ser golpeadas, de tenernos que aguantar por el respeto que debemos guardar a nuestros maridos (Elia, 1995).
Esta posición de las mujeres indígenas supera los planteamientos esencialistas de sus propias culturas, pues nos habla de una concepción amplia y dinámica de quien se sabe y se concibe en permanente cambio y transformación, además de que lleva implícita una crítica a la dicotomía entre tradición y modernidad, seguida por la antropología indigenista.
Cabe señalar que la dinámica de cambio cultural, también tiene impactos importantes en la transformación y actualización de las identidades étnicas y genéricas y, por ende, en las formas de ejercer y de vivir la violencia para hombres y mujeres.
Consideraciones finales
Las mujeres indígenas, hoy, sobreviven, resisten y enfrentan la violencia desde muy diversas maneras: desde las estrategias personales de atención con las curanderas y parteras de su comunidad, el apoyo familiar de padrinos o mayores, que en algunos casos se da la denuncia legal ante instancias comunitarias o del Estado o llevando “el secreto del hombre” hasta la muerte.
Recientemente, se desarrollan diversas estrategias para enfrentar la violencia, que parten de la solidaridad entre mujeres desde sus espacios organizativos e impulsando acciones de manera personal (el autocuidado y la autoayuda) hasta acciones colectivas (como el apoyo emocional a través de grupos de reflexión sobre su problemática) y políticas. También denuncian la violencia públicamente en sus comunidades y regiones, haciendo propuestas al interior y exterior de sus comunidades, la Ley Revolucionaria de las Mujeres recoge en buena medida muchos de los aspectos que han venido planteando las mujeres de diversas organizaciones indígenas del país.
La característica de la violencia doméstica, los patrones culturales, las deficiencias del sistema jurídico y de leyes apropiadas para tratar este fenómeno, así como el incumplimiento de normas como la 190 de la Secretaría de Salud, en la mayoría de los hospitales rurales y zonas indígenas, nos llevan a considerar la urgente necesidad de desarrollar estrategias y acciones desde distintos niveles y muy diversos ámbitos. Las mujeres indígenas están tomando la problemática en sus manos y existen algunas ONG feministas que las están apoyando. Considero que es urgente y necesaria la participación gubernamental, como parte de una política de Estado y retomarlo como un problema de salud pública y de derechos humanos, tal y como ha sido considerada en las Declaraciones de la Organización para las Naciones Unidas y en la Organización Mundial de la Salud.
Estas intervenciones deberán considerar el entramado de relaciones culturales en el escenario de la violencia de género, teniendo muy en claro que, aunque con características comunes, la manera en que se ejerce la violencia en contra de las mujeres, las vivencias, su impacto y las estrategias para enfrentarla son diferentes y tienen relación directa con la cosmología e ideología de los grupos en cuestión, así como con las vivencias de sus identidades y relaciones de género y como integrantes de pueblos indios, con culturas específicas. Asimismo cualquier acción que se impulse en las diversas regiones indígenas debe considerar a las mujeres y sus organizaciones como sujetos protagónicos.

"Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños"












* Maestra en Ciencias del Desarrollo Rural. Actualmente es responsable del área de derechos humanos y violencia doméstica del Centro de Asesoría y Desarrollo entre Mujeres A.C, en Cuetzalan, Puebla; forma parte de la coordinación Comaletzin, desde donde se incorpora al fortalecimiento de diversos procesos organizativos y de educación de mujeres indígenas y campesinas del país.

Esta investigación presentó resultados preliminares, fue coordinada por la doctora Soledad González del Colegio de México y participaron en ella Pilar Alberti Manzanares, Ma. Eugenia D’Aubeterre, Beatriz Martínez y Susana Mejía.
  la cultura maya es considerada una de las de mayor complementariedad entre varones y mujeres; sin embargo, como se señalaba, esto no esgrime el que existan diversas formas de violencia hacia las mujeres en esta cultura.
 Ciertamente, el tema de la sexualidad y la violencia sexual marital es un tema que requiere de un tratamiento especial, para profundizar sobre el tema véase Martha Castañeda, 1989 y D’Aubeterre, 1998).
El estudio de Soledad González explica de manera muy interesante cómo la visión más integral de la medicina tradicional, en lo referente a la concepción de la enfermedad, sus causas y tratamientos, permite una atención más adecuada a las mujeres indígenas, donde el factor emocional juega un papel muy importante. Ella concluye sobre la importancia de la interrelación y valoración de ambas medicinas (tradicional y alópata) en las zonas indígenas.
Cabe aclarar que el tema de la conciliación es ampliamente debatido y en un apego estricto al análisis de género se ha planteado que no puede existir conciliación entre sujetos con poderes distintos.
Recuérdese que éste fue uno de los principales argumentos que utilizaron los legisladores en turno para no reconocer la autonomía de los pueblos indios, pactada en los Acuerdos de San Andrés por el gobierno de México.
 Al respecto pueden verse memorias de diversos encuentros de mujeres indígenas en Chiapas, notas periodísticas de Sara Lovera y Rosa Rojas que recogen las voces de las mujeres chiapanecas a raíz del movimiento zapatista, pero también diversos documentos de organizaciones de mujeres como la “Maseualmej” de Cuetzalan, memorias de talleres de dirigentas de Comaletzin, así como la propia Ley Revolucionaria de las Mujeres surgida del movimiento zapatista que, a mi parecer, viene a recoger planteamientos que mujeres indígenas de diversas partes del país venían haciendo al respecto.
Estos planteamientos también concuerdan con los análisis del feminismo multicultural, que sitúan las problemáticas específicas en sus contextos culturales y observa las tensiones y conflictos existentes al interior de las propias comunidades indígenas desde la perspectiva de género, generación y clase social.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

PRUEBA DE ESTA VIOLENCIA ESTA EN NUESTRO ESTADO DE VERACRUZ EN ZONGOLICA EN DONDE EL ANTERIOR PRESIDENTE MPAL. SE APROVECHO DE LA IGNORANCIA Y DESPOJO DE TIERRAS A COSTA DE VIDAS A SU PROPIA ETNIA...PRUEBA DE SU NEPOTISMO ES COMO IBAN A DAR LAS DESPENSAS DEL DIF A MANOS DE SU HIJO PARA ALIMENTAR A LOS ANEXADOS QUE TIENE EN CONTRA DE SU VOLUNTAD EN UN CENTRO DE MUERTE!...Y EL PROPIO HIJO ABUSA DE LA INGENUIDAD E IGNORANCIA DE LAS NIÑAS DE 13.14-15- AÑOS PARA ABUSAR DE ELLAS!! LAS INDIGENAS SON MUJERES DURAS HECHAS PARA TRABAJAR, SE LES ROBA, SE LES MATA, SE LES VIOLA...ES LAMENTABLE